Las Lagrimas Prisioneras de Miguel

09.02.2013 23:38

Se trataba de un hombre de cuarenta y pocos años, emprendedor, con
importante exito en el mundo laboral, aunque de origen rural y de
clase social baja, se habia aupado a ese reducido grupo con grandes
medios economicos, adaptandose a los modales de ña alta sociedad,
tanto en su forma de vestir como en su lengiaje refinado. Le llamaré
Miguel.
Miguel acudió a consulta psicoterapeutica aquejado de unas lagrimas
que habian tenido que ocultar y reprimir, y que no podía mantenerlas
durante mas tiempo dentro de el. Casado y con tres hijas, una de
ellas, la mayor, estuvo enferma de leucemia durante los ultimos años
de su vida. La niña murio a los doce años. Miguel vivió intensamente
todo el proceso de la enfermedad de su hija, ocultando y simulando su
desesperación ante el desenlace de la enfermedad. Al principio fue un
enorme shock, que se convirtió en esperanzas ante la buena respuesta a
los tratamientos médicos, pero poco después la enfermedad fue
avanzandp, y los tratamientos dejaron de hacer efecto esperado. Cada
nuevo tratamientoendo era vivido con angustia, y un hilo de esperanza
que se truncaba a los pocos días a la vista de los resultados.
Recuerdo la ultima sesion que tuve con Miguel, fue tremendamente
emotiva. En ella Miguel relato a veces derrumbado y otras ahogado por
la rabia y por las lagrimas, que muchas veces habia deseado la muerte
accidental de su hija para acabar con el sufrimiento que le producia
el verla que se iba apagando.
Aquella tarde, su voz aparecía quebrada en un gemido incontenible.
Sentado frente a mí, Miguel no pudo aguantar más. No pudo soportar por
mas tiempo la angustia del eco lejano del aullido de dolor de su
corazon. El recuerdo de su hija estalló en su memoria deshecha en mil
imagenes hirientes, corrompidas por el dolor oculto que no pudo borrar
el agujero sin fondo del olvido. Habló con lagrimas en los ojos, de
una conversacion mantenida con su hija en la que ella le preguntaba
sobre que era el amor, o estar enamorada. Aquella voz niña que
despuntaba a ser mujer, le produciían mas dolor si cabe, y mayor
esfuerzo a reprimir el llanto. Asu hija le ocultaron la
irreversibilidad de su enfermedad. Este compromiso tambien le estaba
ahogando.
Bruscamente, en un momento de la entrevista, ceso su llanto, y como
una rafaga del frío cierzo de enero que te deja helado, me miró con
los ojos abrasados por las lagrimas.
Dificilmente podré olvidar esa mirada, en la que el miedo atravesó sus
ojos y se clavaron en los míos y con voz quejumbrosa fue narrando como
ese engaño continuo llegó a su fin una noche en la que no pudo más y
ante la gravedad de su hija con la que ya no era posible comunicarse
verbalmente, estando los dos a solas, él le revelo la verdad y le
pidió perdón por el engaño mantenido.
Como un remanso en la corriente de un río, el curso de la vida de este
hombre se habia detenido en ese instante, y ahora, ante mí, solo se
extendía el inmenso paisaje de un hombre desolado, en el que el tiempo
no había podido borar las heridas.
Con la memoria y el corazón deshechos por el llanto, escondió la
cabeza de neuvo entre sus manos y rompio a llorar. Observe en el
silencio y de cerca el temblor ardiente de su pecho, la caricia
salobre y amarga de sus lagrimas sobre la piel de sus mejillas.
Mientras, Miguel continuó entrecortadamente su relato.
- En el momento que terminé de decirle su situación, la pequeña abrió
los ojos, tuvo unas convulsiones... y murió en mis brazos (pausa). Mi
mujer no sabe nada de esto, ignora que yo le comunique la verdad.
En sus palabras pude apreciar cierto tono de culpabilidad.
- Hiciste lo que creías que tenías que hacer, ¿no es así, Miguel?
Él mucho mas sereno, asintió con la cabeza.
Sin mebargo, su seneridad duró poco. Estaba quieto, casi inmovil, con
los ojos clavados en el suelo cuando... de pronto, Miguel sacó un
pañuelo blanco, hundió la cara en su pañuelo y empezó nuevamente a
llorar.
Su llanto sonó distinto.
Le interrogué. -¿Estas llorando por el vacío que te ha dejado tu hija?
Con la cara oculta en el pañuelo, Miguel se sonó la nariz y negó con la cabeza.
-¿Por que no sabes si actuaste bien?
Miguel volvió a begar con la cabeza.
-¿Con qué tiene que ver tus lagrimas ahora?
- No estou seguro
-Miguel, te voy a pedir un pequeño esfuerzo de imaginacion. Quiero que
te imagines que tus lagrimas tienen voz..., quiero que les prestes tu
voz..., si tus lagrimas pudieran hablar ¿que dirian?
Al pirncipio su cara expresaba sorpresa, al poco tiempo su silencio se
rompió y dijo:
-Hablarian de liberacion, (...) de haber podido por fin salir al
exterior(...). Hablarian de haberse sentido presas durante mucho
tiempo.
Aquella fue una de las sesiones mas emotivas que he vivido. Ya no
volvi a verle nunca más a Miguel. Probablemente para el fue suficiente
el poder derramar con libertad y sin sentirse juzgado aquellas
lagrimas reprimidas y que le estaban atormentando.
Muchas veces el tiempo es paciente, y poco a poco va borrando de
nuestra memoria el dolor de fuegos que ocurrieron en nuestra vida.
Pero hay brasas que arden en el corazon mismo de la tierra, grietas
humeantes en la memoria tan profundas y escabrosas que ni tan siquiera
el manto de nieve de la muerte bastará tal vez para borrarlas.